tan bien mezclada que parecía una sola cosa: juventud.
Claudia brilla, sobresale entre todas las mujeres, por su instrucción, por sus instintos, por su destreza.
No debería amarlo a él, pues está prohibido,
es mayor y es un testigo de la noche, además
esos sus cabellos no son más que tentación dorada que se extiende y la despierta
le recuerda esa mujer encerrada, ansiosa de amor.
Se apaga entonces la chispa y se vislumbra la rabia,
Claudia contempla aquel cuerpo añorado moverse, seducir, cantar y cautivar.
La cadencia de una sirena, los ojos incitadores que ella necesita.
¡Arráncalos Claudia! aunque el mundo no comprenda,
arrebata, así sin misericordia lo que llevas años anhelando,
después suspira contemplando lo imposible y vuelve a comenzar.
Eleonore